Halloween de tentaciones y placer
🎃🔥 Esta no es una noche cualquiera. Es Halloween. Llevo un vestido que abraza cada centÃmetro de mi piel y un sombrero negro que oculta secretos. Soy una bruja… pero no cualquier bruja, soy tu tentación más oscura. Algo me dice que esta no será una noche más… sino una en la que vamos a cruzar lÃmites. 💫 En la penumbra de una mansión llena de sombras, el aire cambia y me siento… libre, peligrosa. Te miro, y me doy cuenta de que tus ojos reflejan el mismo deseo que el mÃo. Hay un juego, un misterio en el aire… ¿Te atreves a jugarlo conmigo?
10/31/20247 min read


El aire frÃo de octubre me envuelve al salir del coche. La mansión, imponente y misteriosa, se alza ante nosotros; luces tenues iluminan el camino mientras que la música que se filtra desde el interior me eriza la piel. Te miro de reojo, y un nudo se forma en mi estómago. Con ese disfraz de diablo y tu sonrisa, pareces dueño de la noche. Hoy, bajo mi disfraz, me siento capaz de todo…
—¿Estás lista? —tu voz, grave y juguetona, rompe el silencio mientras tus dedos se deslizan sobre mi muñeca como un aviso que solo yo puedo entender.
Asiento, mordiéndome el labio mientras ajusto mi sombrero negro, inclinando ligeramente la cabeza para observarme en el reflejo de una de las ventanas del coche. Mi vestido negro, ceñido, cae como una segunda piel, tan ajustado y cubriendo apenas lo necesario que no puedo evitar sentirme desnuda y deseada a la vez por todas las miradas que se posan en mÃ. El maquillaje oscuro alrededor de mis ojos resalta mi mirada, haciéndola más intensa de lo habitual, más atrevida. Esta noche, soy la bruja, y pienso ser la más mala del cuento.
Caminamos hacia la entrada de la mansión. Al cruzar el umbral, el aire cambia: cálido, denso, cargado de una energÃa indescriptible. Las sombras parecen moverse por sà solas, y la música vibra en el aire, marcando el inicio de algo más que una fiesta. Los disfraces de los asistentes son más que provocativos, pero hay algo en ellos que no logro identificar de inmediato.
—Voy a dar una vuelta, explorar un poco —digo, mirando hacia la multitud. Tu sonrisa se ensancha, cómplice.
—Ve. Yo también tengo curiosidad. Nos encontramos más tarde —me susurras, rozando tus labios con los mÃos.
Mis sentidos despiertan al caminar: un perfume de incienso y especias envuelve mi piel; la madera cruje bajo mis pies, desvelando secretos. Paso la mano sobre una de las cortinas de terciopelo, y la textura, cálida y densa, se siente como una caricia prolongada. Al fondo, la música late como el pulso de un corazón que no es el mÃo, marcando un ritmo oscuro y persistente en el que me veo arrastrada.
Me detengo frente al espejo. Una desconocida me devuelve la mirada. Mis ojos… mis ojos tienen un brillo nuevo. Fascinación. Temor. ¿Soy yo quien se ha puesto este disfraz o… él me ha cubierto a mÃ? Siento una libertad peligrosa. Un deseo por ser esta otra que me mira desde el reflejo. Rozo el vidrio, frÃo y distante.
La realidad se desdibuja. Siento un cambio. Algo en el aire. Sutil, oscuro, que me envuelve. No me giro. No necesito hacerlo. Solo espero… y entonces lo veo en el reflejo. Una figura en las sombras. Silenciosa. Inquietante. ¿Cuánto tiempo lleva ese hombre mirándome?
El disfraz que lleva no es solo imponente, es una declaración. La máscara dorada cubre la mitad de su rostro, pero sus labios esbozan una sonrisa que me eriza la piel. ¿Es solo atracción? No. Es algo más... una tensión peligrosa. DeberÃa sentir miedo, pero lo que me despierta es una curiosidad casi desesperada por descubrir…
Por un instante, sus ojos me recorren con una intensidad que me deja sin aliento. Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente procese lo que ocurre. Una oleada de calor me atraviesa y me doy cuenta de que una mezcla de deseo y algo más oscuro me invade, algo que me pone al borde del precipicio.
—No pensé que los dioses se mezclaran con los mortales tan fácilmente —mi voz suena más firme de lo que esperaba, aunque por dentro todo en mà se retuerce.
Da un paso hacia adelante, saliendo de las sombras. Ahora puedo ver más de su figura. Su pecho desnudo resplandece bajo la luz tenue, los músculos definidos y su piel ligeramente brillosa, como si todo en él estuviera hecho para seducir. La máscara dorada oculta sus ojos, pero su sonrisa, esa sonrisa, me atraviesa como una caricia lenta.
—No somos tan diferentes —responde. Su acento, o tal vez su tono, hace que algo en mi interior se revuelva de forma deliciosa. Se acerca otro paso, y siento cómo el espacio entre nosotros desaparece, como si me estuviera envolviendo con su mera presencia—. Solo estoy aquà para satisfacer los deseos que aún no has confesado.
Sus palabras, aunque cargadas de intriga, me hacen estremecer. Siento que deberÃa alejarme, pero en lugar de eso, mi cuerpo responde avanzando, como si una fuerza invisible me empujara hacia él. Su cercanÃa derrite mis barreras. El deseo me inunda, pero una chispa de duda persiste en lo profundo. ¿Qué es lo que realmente quiero esta noche?
—¿Y cuáles son esos deseos? —pregunto, sintiendo cómo mi voz apenas se sostiene bajo el peso de su mirada. Mis labios se entreabren, anticipando lo que pueda decir o hacer.
Él no responde de inmediato, pero su mano se levanta, lentamente, hasta rozar mi mentón. El toque es suave, pero firme, y me obliga a mantener la mirada fija en él. No puedo apartarla, aunque quisiera. Mi respiración se acelera, y siento el latido de mi corazón resonar en mis oÃdos.
—Los descubrirás cuando estés lista —murmura, su aliento cálido rozando mis labios, casi como un beso.
Sus palabras me hacen estremecer. Estoy tan absorta que apenas noto el sonido de tus pasos hasta que tu mano firme toca mi espalda. Me giro, y ahà estás tú, observándonos con esos ojos que siempre han leÃdo más de lo que digo. Un destello de posesión pasa por tu mirada al vernos tan cerca, pero no hay reproche, sino algo más... una chispa que parece encenderse en ti, como si comprendieras al instante lo que esa cercanÃa me ha provocado.
Tu mano vuelve a mi cintura, y el dios no aparta la mirada, sino que nos observa con la misma intensidad, como si estuviéramos cumpliendo algún papel en su juego. Algo en mà vibra entre ambos, y antes de que puedas decir nada, se dirige a ti con una voz grave y cargada de una seguridad.
—Por fin has llegado —dice, con un tono que mezcla desafÃo y bienvenida—. Justo a tiempo para lo que intuyes.
Te mira, estudiándote de arriba abajo, como si midiera tus fuerzas y tu voluntad. Hay algo en sus palabras que sugiere que te ha estado esperando, como si supiera que este encuentro era inevitable. Y antes de que puedas responder, se aproxima, colocándose entre ambos, su mirada pasando de ti a mÃ.
—Aún no habéis probado todo lo que se os ofrece aquÃ.
Mis músculos se tensan. Tus ojos siguen clavados en él, con una mezcla de desafÃo y curiosidad Y yo… yo no puedo apartar la mirada de sus labios, de la forma en que sus palabras me rozan como caricias invisibles.
—¿Qué es lo que ofreces? —preguntas, tu voz baja, con un filo apenas perceptible de desafÃo. Quieres saber hasta dónde llega su juego, y en el fondo, creo que ya lo imaginas. El dios sonrÃe, y su mano, desnuda y firme, se extiende hacia ti primero, rozando suavemente tu pecho, delineando los bordes de tu disfraz de diablo con la punta de los dedos. No es un toque invasivo, pero su simple gesto parece despertar algo en ti.
—Os ofrezco una noche en la que las miradas solo serán el inicio —susurra, mientras su mano se extiende hacia mÃ, rozando mi mejilla con una suavidad que me desarma—. Hay deseos que solo pueden liberarse cuando las sombras cubren todo a su paso.
Mi respiración se vuelve irregular, y siento que el mundo a mi alrededor se desvanece. Su toque es suave, casi inofensivo, pero el torbellino que desata en mi interior es imparable. No es solo deseo... es miedo. Miedo de lo que estoy a punto de descubrir en mà misma. ¿Hasta qué punto estoy dispuesta a dejar que el placer tome el control? DeberÃa retroceder, deberÃa decir que no. Pero mis pensamientos se disuelven en esa corriente, en esa sed que ni siquiera sabÃa que tenÃa. ¿Y si esta noche cruzo una lÃnea de la que no puedo regresar?
Miro hacia ti, buscando una respuesta en tus ojos, pero lo que veo me sorprende. No es duda lo que refleja tu mirada, ni tampoco resistencia. Hay algo nuevo en tu rostro, algo que nunca he visto antes. Una aceptación silenciosa, una curiosidad voraz, como si lo que él acaba de proponer te hubiera tocado de una manera que aún no puedes explicar.
—¿Estás sugiriendo...? —murmuras, pero no terminas la frase. No necesitas hacerlo. La propuesta está en el aire, flotando entre nosotros, clara como el deseo que crece en nuestros cuerpos.
—Es un juego lo que sugiero —murmura mirándome. Su voz se hunde en mÃ, en mis huesos—. Un juego de tres. Placer, peligro. Algo que deja marca… para siempre. ¿Te atreves?
La pregunta flota en el aire, dirigida a los dos, pero siento que está hecha solo para mÃ. Mi mente quiere resistirse, pero mi cuerpo lo desea ansioso por probar esos lÃmites que normalmente no cruzarÃa. Me giro hacia ti, buscando una confirmación, y es ahora cuando lo entiendo todo.
El disfraz que llevas —el diablo, con su sonrisa oscura y su mirada tentadora— ha despertado algo en ti, algo que yo no habÃa notado hasta este preciso momento. Los disfraces no son solo ropas; han dejado de ser meras representaciones de personajes. Somos lo que llevamos esta noche, y su poder fluye en nosotros. Tu mano firme en mi espalda parece empujarme al abismo, y en mÃ, la bruja, desata ese lado oscuro que normalmente controlarÃa pero que ahora reclama libertad.
Miro tus ojos, y veo que tú también lo entiendes. El diablo que eres ahora no puede ser contenido, y su influencia me envuelve, me empuja a aceptar lo que el dios nos propone. Siento tu mano apretarme con más fuerza, como si quisieras asegurar que no me eche atrás. Tu deseo es palpable, pero no es solo eso. Es el poder de lo que somos esta noche lo que me atrae, lo que me consume.
—Hazlo —murmuras con una voz profunda, cargada de esa lujuria que el disfraz ha despertado en ti—. Vamos a jugar. Y con ese murmullo, dejo caer el último rastro de resistencia, entregándome al destino que esta noche nos ha trazado.