Susurros de medianoche
En este evocador relato, Daria nos sumerge en una insondable noche en la que se siente atrapada entre la nostalgia y el deseo. La trama, aparentemente sencilla, se desenvuelve con una profundidad emocional que atrapa al lector desde el primer párrafo. La soledad y la búsqueda de conexiones perdidas se entrelazan con una intriga latente hacia un vecino desconocido, creando un ambiente cargado de sensualidad y misterio. Los detalles meticulosos y la exploración de la psique femenina convierten esta historia en una introspección poderosa sobre el deseo y la redención personal. Un relato que invita a la reflexión y a la exploración de nuestras propias profundidades emocionales.
6/20/20243 min read


Era una de esas noches en las que el insomnio se presenta sin previo aviso. Desde hace unas semanas el sueño se me escapa como agua entre los dedos. A veces, me pregunto si es por la soledad que siento cuando llego a casa o por los recuerdos que no me dejan dormir.
La habitación estaba iluminada por la luz cálida de una lámpara y el suave reflejo de la luna colándose por la ventana. Me encontraba recostada en mi cama con un libro entre las manos, incapaz de concentrarme en la lectura. La novela trataba de amores prohibidos y pasiones imposibles, temas que resonaban con fuerza entre mis propias vivencias. No era casualidad que hubiera elegido ese libro. Desde lo de David, buscaba en las páginas la pasión que una vez había sentido. Un intento desesperado de revivir aquellos momentos que ahora parecían tan lejanos.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que apenas noté el silencio sepulcral que reinaba en la casa. De repente, un ruido rompió la tranquilidad de la madrugada. Provenía del piso del vecino con quien comparto pared. Hoy en día, mi vecino es un misterio para mí. Llegó hace unos días al bloque, pero aún no he tenido la oportunidad de cruzarme con él por el rellano. A menudo me pregunto cómo será: ¿Joven o mayor? ¿Amable o reservado? La falta de información solo aviva mi curiosidad.
Mis pensamientos se volvieron a interrumpir, esta vez por unos murmullos. La curiosidad, ese vicio irrefrenable, me empujó a dejar el libro a un lado de la cama y apoyar el oído contra la pared, intentando capturar cualquier sonido que pudiera darme una pista sobre lo que estaba ocurriendo.
En algunos momentos, deseo volver a sentir una conexión profunda con alguien. No es solo por deseo físico, es la necesidad de sentirme viva en todo momento. La rutina diaria y las noches solitarias se están convirtiendo en una prisión invisible.
Unos gemidos rítmicos y apasionados se filtraron por la pared. Un calor inesperado me invadió mientras imaginaba la escena al otro lado de la pared. Una pareja, perdida en su mundo de deseo y placer, sin saber que tenían una oyente involuntaria. Mi mente pintaba escenas con rapidez. ¿Será alto y robusto, con una voz grave y segura? ¿Las manos de ella explorarán con urgencia la espalda de su amante?
Mi respiración se sincronizó con cada suspiro y cada susurro de ellos, y sin darme cuenta, me encontré cerrando los ojos, dejando que mi mente pintara las imágenes. Él, guiando con confianza cada movimiento. Ella, moviéndose apasionadamente entre sus brazos. La pared parecía desvanecerse, dejándome sentir como si estuviera allí, en la habitación con ellos, invisible pero omnipresente.
La tensión en mi cuerpo aumentaba a medida que los sonidos crecían en intensidad. Me sorprendí a mí misma respondiendo físicamente a lo que escuchaba, mi respiración se agitaba y mis mejillas se sonrojaban. Era una exploración de sensaciones que nunca había experimentado. Me detuve un momento, consciente de cada latido de mi corazón. ¿Qué significaba esto? Era un viaje inesperado hacia rincones desconocidos de mi propia psique.
Sin darme cuenta, me descubrí acariciando mi cuello y mis hombros. La textura de mis propios dedos erizaba mi piel y fue cuando decidí recostarme y apartar el pijama.
Deslicé mis manos acariciando lentamente mi piel desnuda. Mis dedos rozaron la curva de mis caderas, subiendo despacio por mi vientre hasta llegar a mis pechos. Me concentré en las sensaciones que se despertaban en mi cuerpo. Sentí cómo mis pezones se endurecían bajo el roce de mis dedos, enviando ondas de placer por todo mi ser.
Una voz masculina se filtró por la pared: “te deseo tanto”. Lo dijo con un tono que me hizo estremecer. Mis manos se movieron con urgencia. Mis dedos se deslizaron rápidamente por mi abdomen, buscando el calor y la humedad que crecían entre mis piernas. Comencé a masajearme con movimientos frenéticos, sintiendo la tensión aumentar rápidamente.
Estaba cerca, muy cerca. Sentí una ola de placer que me inundaba. Mi respiración se volvió entrecortada y mi cuerpo se arqueó en respuesta al orgasmo que me envolvía.
Cuando finalmente la oleada de placer comenzó a disminuir, me quedé tumbada en la quietud de mi cama, con el corazón latiendo con fuerza y la mente rebosante de ideas y emociones. Tras dejar escapar un suspiro, abrí los ojos y con una sonrisa en mis labios, fui consciente de que había descubierto una nueva profundidad en la exploración del deseo.
Me pregunté qué pensaría él si supiera que había sido partícipe involuntaria de su momento íntimo. ¿Habrá notado mi presencia de alguna manera? El misterio de mi vecino no solo avivaba mi curiosidad, sino que ahora también alimentaba mi deseo. ¿Quizás, algún día, nuestras miradas se cruzarían y este juego silencioso encontraría una continuación más palpable?. Por ahora, me quedo con la satisfacción de mi descubrimiento, prometiéndome a mí misma no dejar que la indecisión o el miedo me alejen de nuevas experiencias.