Atrapada en la fantasía
El relato "atrapada en la fantasía" nos sumerge en la intimidad de Daria, cuya vida se ve sacudida por la presencia de su nuevo vecino. A través de una prosa evocadora y detallada, la autora nos guía por un viaje de deseo y anhelo no confesado. La tensión crece en el ascensor donde su mente se llena de fantasías prohibidas, explorando los límites entre la realidad y la imaginación. Este texto es un magnífico retrato de la soledad y la búsqueda de conexión humana, logrando mantener al lector cautivado hasta la última palabra.
8/7/20243 min read


Durante las últimas semanas, mis noches habían estado llenas de una curiosidad insaciable. Desde que mi vecino se mudó hace aproximadamente un mes, me he encontrado acercándome a la pared en busca de cualquier sonido. En la quietud de la noche, sus gemidos y suspiros atravesaban las delgadas paredes, haciendo que me detuviera en lo que estuviera haciendo para escuchar mejor. Cada vez que lo oía con alguien, sentía una punzada de soledad y un deseo que no había querido admitir hasta entonces.
Ayer fue la primera vez que lo vi en persona. Salí justo a tiempo y allí estaba él, en el rellano, esperando el ascensor. Una oleada de adrenalina me sacudió. Nos miramos brevemente y él sonrió.
—Hola —dije en un susurro, mientras sentía cómo mi corazón se aceleraba.
—Hola —respondió con voz suave y profunda.
—¿Te mudaste hace poco, ¿verdad? —intenté romper el silencio.
—Sí, hace un mes. Todavía estoy desempacando —reconoció, riendo ligeramente.
El silencio volvió a reinar en el rellano. Mis dedos jugueteaban nerviosamente con la correa de mi bolso mientras miraba de reojo su perfil, observando cómo sus ojos recorrían la pared sin fijarse en nada. Cada segundo era una eternidad; mi pecho se llenaba de una tensión que hacía que mi respiración se volviera errática.
Tendría unos 40 años, con un atractivo realzado por la madurez. Su rostro estaba marcado por líneas que hablaban de experiencias vividas, y sus ojos, de un color café profundo, tenían una intensidad que te atrapaba al instante. Su pelo, corto y ligeramente canoso, lo hacía más interesante. Vestía de forma casual, con una camiseta ajustada que revelaba sus horas de gimnasio y unos vaqueros desgastados que caían perfectamente sobre sus caderas. Su presencia llenaba el espacio, y mi curiosidad por conocerlo más crecía con cada segundo.
Entramos juntos al ascensor, y de inmediato el espacio pareció encogerse. Me apoyé contra la pared, sintiendo cómo el metal frío contrastaba con el calor creciente en mi piel. El ascensor comenzó a descender lentamente, y cada leve sacudida parecía resonar en mi cuerpo como un temblor. Mi corazón latía tan fuerte que me preocupaba que él pudiera oírlo. Mis mejillas ardían y, aunque intentaba respirar profundamente para calmarme, cada inhalación solo avivaba el fuego dentro de mí con el olor de su colonia.
No puedo evitarlo; los ascensores siempre han sido uno de los escenarios secretos de mis fantasías. El confinamiento del espacio, la cercanía obligada, despiertan en mí un torrente de anhelos que siempre he mantenido bajo llave. Mi mente divagaba inevitablemente hacia encuentros furtivos, besos robados y caricias urgentes, escondidos de la vista de todos.
Estos pensamientos, lejos de ser meras fantasías, eran un reflejo de mis anhelos más profundos. Pero con él a mi lado, esas fantasías tomaron una urgencia nueva, y me encontraba luchando por mantener una compostura que amenazaba con desmoronarse. La excitación burbujeaba en mi interior, y la sonrisa que se dibujó en mis labios fue un testimonio silencioso de mi lucha interna.
Como era de esperar, mi mente comenzó a divagar, esta vez poniéndome en el centro de mis fantasías. De repente, sentí como si su mano, firme y segura, comenzara a deslizarse lentamente por mi espalda, enviando pequeños escalofríos a medida que avanzaba. Cada toque parecía encender mi piel, creando un deseo que hacía que mi respiración se volviera irregular. Imaginé un tirón de mi cabello. El gesto, aunque sería suave, tendría una fuerza que me obligaría a levantar la mirada y enfrentar sus ojos, profundos y llenos de pasión.
Nos quedamos así, en un silencio cargado de tensión, hasta que, finalmente, nuestros labios se encontraron. Fue un beso lento al principio, exploratorio, pero que pronto se transformó en un torrente de pasión, cada vez más urgente y necesitado.
Sus manos exploraban cada rincón de mi cuerpo, deslizándose bajo mi blusa, acariciando mi piel con una mezcla de ternura y ansia por descubrir más. El calor entre nosotros era palpable, y el reducido espacio del ascensor solo intensificaba cada sensación. Mis manos no se quedaron quietas; exploré cada músculo de su pecho y abdomen, deleitándome con la firmeza de su cuerpo.
Con la mente inundada de imágenes ardientes, sentí cómo la realidad y la fantasía se entrelazaban. El ascensor llegó a la planta baja y mi fantasía se deshizo conforme las puertas se abrieron, y él, con un gesto, me invitó a salir. Su escrutinio era tan penetrante que podía sentir mi fuego reflejado en sus ojos. Noté mis mejillas arder y mi respiración descontrolarse.
—¿Estás bien? —preguntó con aparente preocupación.
—Sí, perfectamente. Si alguna vez necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme —balbuceé sin demasiado sentido.
—Lo tendré en cuenta —respondió con una sonrisa cálida.
Sin pensarlo dos veces, salí del ascensor, necesitando el aire fresco de la calle para aclarar mi mente y calmar mi corazón acelerado. A medida que caminaba hacia la salida, sentía su mirada seguirme.